martes, 26 de julio de 2011

26 de julio



Tal día como hoy, pero en 1954, nacía mi madre. Su signo zodiacal era Leo, por tanto. En los últimos años, a partir de mi trasladado a Madrid (y también antes de irme), nuestra conversación al llamarla por teléfono para decirle “Felicidades” en este día se desarrollaba más o menos de este modo (y con variantes):
-Felicidades.
-Gracias, hijo. Ah, y muchas gracias por lo otro, corazón.
-Eh… ¿El qué?
-Los regalos.
-Ah… sí… claro… De nada. ¿Te gustaron?
-Mucho. ¿Sabes lo que son?
-Eh… no.
(Risas de ella).
Esta conversación era de coña y llevaba implícita una comedia, una farsa. Yo nunca sabía lo que mi hermana le iba a comprar de regalo (en mi nombre y en el de mis hermanos), ni solía recordar que mi hermana jamás se olvidaba de comprarle detalles (entre ellos, una rosa roja). Y mi madre sabía de sobra que yo no sabía cuáles eran esos regalos. Los dos fingíamos y era muy divertido. De esos obsequios, el más importante de todos siempre era la rosa roja, y yo lo olvidaba cada año. Os aseguro que no volverá a olvidárseme. Aunque ahora sea tarde. Y os aseguro que mi hermana, hoy, también comprará una rosa roja y, llueva o truene, irá a pie hasta el cementerio de San Atilano de Zamora, para depositar sobre su lápida ese regalo de cumpleaños. En nombre de sus tres hijos. Como siempre.  

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